jueves, 18 de septiembre de 2008

El Guardian entre el Centeno


"Soy el mentiroso más impresionante que han visto su vida. Es horrible. Hasta cuando voy a comprar una revista, si alguien me pregunta que adónde voy, soy capaz de decirle que voy a la ópera. Es terrible. Así que lo que le dije a Spencer de que tenía que ir al gimnasio a recoger mi equipo y eso era pura mentira. Ni siquiera dejo mi puñetero equipo en el gimnasio.

En Pencey vivía en el ala Ossenburguer de los dormitorios nuevos. Era sólo para los chicos de los dos últimos cursos. Yo era del punúltimo. Mi compañero de habitación era del último. El ala se llamaba así por un tal Ossenburguer que había sido alumno de Pencey. Después de salir de Pencey, ganó un montón de pasta con el negocio de pompas fúnebres. Lo que hizo fue abrir por todo el país unas funerarias donde podías enterrar a cualquiera de tu familia por unos cinco pavos por cabeza. Debrería ver al tal Ossenburguer. Probablemente los mete en un saco y los tira al río...
Bueno, pues donó a Pencey un montón de pasta y le pusieron su nombre a nuestra ala de los dormitorios.

Cuando se celebró el primer partido del año, vino al colegio en un maldito Cadillac enorme y todos tuvimos que ponernos en pie en la tribuna y darle una gran ovación. Luego, a la mañana siguiente, en la capilla, nos echó un discurso que duró como diez horas. Empezó como con cincuenta chistes viejísimos, sólo para demostrarnos que era un tío de los más normal. Vaya cosa. Luego empezó a decirnos que cuando tenía algún problema nunca se avergonzaba de ponerse de rodillas y rezar a Dios. Nos dijo que debíamos rezar siempre - hablar con El y eso - estuviéramos donde estuviéramos. Nos dijo que debíamos considerar a Jesús como un amigo y todo eso. Que él hablaba con Jesús todo el tiempo. Hasta cuando iba conduciendo.

Me dejó sin habla. Me imagino a ese tío falsísimo metiendo la primera en su Cadillac mientras pide a Dios que le mande unos cuantos fiambres más.

Lo único bueno del discurso pasó como a la mitad. Nos estaba diciendo que era un tío fenomenal y un pez gordo y todo eso, cuando de pronto un tío qie estaba sentado delante de mí, Edgard Marsalla, se tiró un pedo tremendo. Fue una grosería tremenda, sobre todo porque estábamos en la capilla y todo eso, pero también fue muy divertido. Qué tío Marsalla... No voló el techo de milagro.

Casi nadie se rió en voz alta y Ossenburguer hizo como si no hubiera oido nada, pero a Thurmer, el director, que estaba sentado en el estrado a su lado y todo eso, sí se le notó que lo había oído. Jo, cómo se enfadó. En aquel momento no dijo nada, pero a la noche siguiente nos reunió a todos en la sala de estudio del edificio académico y vino y nos echó un discurso. Nos dijo que el chico que había creado aquel incidente en la capilla no era digno de asistir a Pencey. Tratamos de convencer a Marsalla de que se tirara otro mientras Thurmer soltaba su discurso, pero no estaba en vena..."

Jo, como disfruto releyendo este libro... siempre me saca una sonrisa, no importa cuantas veces lo haya leido...

3 comentarios:

Juggend Adler dijo...

Este comentarios esta escrito para todos los que no tienen iniciativa propia y se dedican a criticar los comentarios ajenos...por ejemplo,¿porque no comentais esta entrada? seguro que a raiz de lo dicho,empezareis a sacarle punta a las cosas.Os creeis que soy el justiciero de los mensajes,que estoy escribiendo para ver vuestras lamentaciones,y estais en un error,no teneis ni idea del porque de los comentarios menos mal que Serch si lo entiende.Otros en cambio lo entienden todo al reves.Un suspenso en civismo y otro en urbanidad,asignatura esta de los años sesenta.

MAMIMEL dijo...

ESO ES...Y TÚ UN SUSPENSO EN HUMILDAD

Juggend Adler dijo...

Tienes toda la razon humildad no tengo ninguna,solo para mis amigos y conocidos.Un beso.